Poesías de distintos autores

LA BALADA DE LA MASTURBATORIA SOLITARIA, Anne Sexton

Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.

Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.

De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.

Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndos en la playa,
en la yema de los dedos un piano, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.

Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen las piedras.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que os habéis casado.
De noche, sola, me caso con la cama.

Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las criaturas destellantes están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.



LA JAULA, Alejandra Pizarnik

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.



FIEBRE 39.5°, Silvia Plath

¿Pura? ¿Qué significa eso?
Las lenguas del infierno
son torpes, torpes como las triples
lenguas del torpe y obeso
Cancerbero

que jadea en la entrada.
Incapaz

de eliminar de un lengüetazo
la crisis febril, el pecado, el pecado.
La yesca clama.
El olor indeleble
de una vela que se apaga!
Amor, amor, el humo a baja altura ondula
a mi alrededor como las bufandas de Isadora, y temo
que una de ellas se enganche y ancle la rueda.
Esos taciturnos humos amarillos
crean su propia atmósfera.
No se elevan,

se arrastran en torno del globo
sofocando a los ancianos y a los mansos,
si débil bebé del invernadero en su cuna,
a la lúgubre orquídea
que cuelga en el aire su jardín colgante,
demoníaco leopardo.
La calefacción la tornó blanca
y la mató en una hora.
Untando los cuerpos de los adúlteros
como una ceniza de Hiroshima, y consumiéndolos.
El pecado. El pecado.

Querido mío, toda la noche
estuve fluctuando, encendiéndome, apagándome.
Las sábanas llegan a pesar como el beso del libertino.
Tres días. Tres noches.
Agua con limón, agua
de pollo, el agua me da arcadas.



LAS TRES PALABRAS MÁS EXTRAÑAS, Wislawa Szymborska

Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.



DESIERTO SAHARA, Carmen Conde

Sí. Yo tuve un mar sobre mi arena.
Un mar grande sin límites, compacto.
La tierra de oro que abrasa soledades
estuvo henchida augusta del mar que ya no soy.

Picaban gaviotas mi cuerpo remeciente,
movíanse las naves arriba de mis olas.
Pues yo era el mar que hervía sobre la arena rubia,
la arena saturada que hoy clama por su agua.

¡Oh el mar aquí fantasma, el mar que finge el viento,
desmelenando dunas, al aventar mi arena!
¡Ay mar del agua espesa, la que corpórea y dura
ansían caminantes de mi desierto blando!

¿Qué arcángeles de fuego evaporar pudieron
tanto mar que hube, llevándolo a un abismo?
Es mi arena abrasada la más sedienta boca
que clama por un agua que le bebieron dioses.

Los hombres me caminan, soñándome poblado
de aquel mar que fue mío, el mar sobre el desierto.
Yo les mullo mi carne, les recibe mi arena
y se quejan de sed junto a mi sede sin huelgo.

¡Ay mar de mi génesis, el mar que me escurrieron
a una zanja de llamas: cuánto pesa la arena!



COMPLICIDAD CON LA VÍCTIMA, María Elena Walsh

Besé la mano del guardián
y lo ayudé a bruñir cerrojos
con esa antigua habilidad que tengo
para borrar innecesariamente
toda huella de bien habida corrupción.
Permití las tinieblas,
rigores me tranquilizaron.
Saludé agradecida al aumentado déspota
y agité flores y banderas
en honor de su rango
de sembrador de oprobios para prójimos
pero no --quizás-- para mí.
Odié a las otras víctimas
en lugar de hermanarme
y no quise saber qué sucedía
en el vecino calabozo
o tras los diarios, más allá del mar.
Por eso me dejé vendar los ojos,
sencilla y obediente.
¡Es tan dulce la vida sin saber!
Acepté el castigo
con hipocresía de estampa
por si lo merecía mi inocencia
y fui capaz de denunciar
no al amo sino a la insensata esclava
que desdeñaba protección y ley.
Por pereza me dejé coronar
de puños o serpientes
y admira sin fisuras
a ujieres y embalsamadores,
el fascinante escaparate de los serios.
No supe compartir el sufrimiento
y orgullosa de su exclusividad
inventé argucias contra la rebelión
y jamás en sus aguas dudosas me metí.
Fui custodia del fuego
--a mucha honra-- para pequeños meritorios
y santones cubiertos de moscas.
Juro que nunca vertí veneno en su sopa
y en mis tiempos de bruja les alivié las llagas,
favor que me pagaron con incendios
pero yo perdoné
porque ¡es humano quemar!
La razón del verdugo
justifiqué callando y otorgando
y preferir durar decapitada
que trascender a mi albedrío
porque la libertad, ya sabéis, amenaza
con alimañas de perdición
como abismo a los pies de un paralítico.
Dormí con la conciencia
engrillada pero limpia
¿Qué culpa tiene una sombra?
Quise investirme de prestigio ajeno
y el sometimiento era vínculo,
me contagiaba un solemne resplandor.
Por eso permanezco
fiel a iniquidades y censores.
Al fin y al cabo me porté bien,
supe negociar
mi pálida y frágil sobrevivencia.



HACE MUCHO QUE HEMOS OLVIDADO EL ESCUCHAR,Nelly Sachs

Si El -en otro tiempo- nos hubiera plantado,
plantado como hierba de dunas, en el mar eterno,
creceríamos en pasturas tupidas,
como la lechuga crece en el huerto.
Aunque tengamos asuntos
que nos lleven más allá
de Su luz,
aunque bebamos el agua de cañerías
que se acerque muriendo
a nuestra boca, eternamente sedienta,
aunque caminemos por una calle
bajo la cual la tierra ha sido llevada al silencio
por un empedrado...
no debemos vender nuestro oído,
oh, nuestro oído no debemos vender.
También en el mercado,
en el cálculo del polvo,
más de uno da -rápidamente- un salto
sobre la cuerda de la nostalgia;
porque él escuchó algo,
dió el salto fuera del polvo
y sació su oído.
Apretad; oh, apretad -en el día de la destrucción-
a la tierra el oído que escucha,
y escucharéis, a través del sueño
escucharéis
cómo en la muerte
empieza la vida.



EL ICEBERG IMAGINARIO, Elizabeth Bishop

Es mejor tener el iceberg que el barco,
aunque ello signifique el fin del viaje.
Aunque permanezca totalmente inmóvil como una nublada roca
y todo el mar fuera móvil mármol.
Es mejor tener el iceberg que el barco;
poseeríamos más bien esta llanura de nieve
aunque las velas del barco anduvieran por el mar
como la nieve yace no disuelta sobre el agua.
Oh, solemne y flotante campo,
¿Te das cuenta que un iceberg reposa
contigo y cuando despierte puede pacer en sus nieves?

Esta es una escena por la que un marino daría sus ojos.
El barco es ignorado. El iceberg se alza
y se hunde de nuevo; sus vítreas puntas
corrigen las elipses del cielo.
Esta es una escena donde quien pasea por la borda
es incultamente retórico. El telón
es demasiado ligero para alzarse en las más finas cuerdas
que las aéreas torsiones de la nieve provean.
La gracia de estos blancos picos
hace sombras con el sol. El iceberg desafía su peso
sobre un movedizo escenario y se está y observa.

El iceberg corta sus facetas desde dentro.
Como las joyas de una tumba
continuamente se protege y adorna
sólo él mismo, quizás las nieves
que tanto nos sorprenden flotando en el mar.

Adiós, decimos, adiós, el barco se pierde
adonde las olas se entregan a otras olas
y las nubes pasan a un cielo más cálido.
Los iceberg son necesarios al alma
(haciéndose ambos de los elementos menos visibles)
para verlos así: encarnados, bellos, indivisiblemente erigidos.



TAN HUMANOS, Gabriela Dujó

Se desdibuja y retuerce,
se acongoja ante la ola uniforme.

El contraste de la vida muere,
entre líneas rectas y grises tonos.

Llora, por los brillos que ha perdido
llora, por lo oculto al alma,
purificada, filtrada, ultrajada, despreciada,
reducida a la forma, abstracta carga.

Ese frío vacío de la razón,
los cálidos tonos que ya no sentimos
la calidez invisible a nuestros uniformes de ismos.

Se hunden en conformismos y consumismos
camuflando nuestros deseos de vértigo
y fríos vientos desde el mar
que mitiguen nuestra pusilánime angustia,
de ser solo nosotros mismos,
aquí y ahora tan propios y tan íntimos.

Tan contrastantes y tan invisibles.
Tan sedientos de voz y tan mudos.
Tan alertas al fin y tan suicidas.
Tan tontos.
Tan cobardes.

La vida muere entre nuestros cadáveres vivos,
sin un latido de compromiso siquiera,
sin una lágrima de pérdida,
tan crueles y tan hipócritas,
ocultos a nuestra naturaleza,
nos convertimos en monstruos…
tan humanos.



CUANDO SONRÍES, Clotilde Tambroni

Cuando sonríes,
los goces furtivos,
las noches de insomnio,
los leves silencios y la risa loca,
se adhieren al labio como un beso que huye.

Desde tus ojos
resbala tu infancia como un día de lluvia,
y esa impertinente voluntad de ser,
que no parpadea.
Luego, muerdes la tristeza como una manzana,
y apenas la acabas,
te llenas la boca con una sonrisa,
que es todo un tratado de melancolía.



TODO PARAÍSO NO ESTÁ PERDIDO, André Breton

Los gallos de roca pasan dentro del cristal
Defienden el rocío a golpes de cresta
Entonces la divisa encantadora del relámpago
Desciende sobre la bandera de las ruinas
La arena no es más que un reloj fosforescente
Que da la medianoche
Por los brazos de una mujer olvidada
Sin refugio girando por el campo
Erguida en las aproximaciones y en los retrocesos celestes
Es aquí
Las sienes azules y duras de la quinta se bañan en la noche
que calca mis imágenes
Cabelleras cabelleras
El mal adquiere fuerzas muy cerca
Solamente se valdrá de nosotros.



LOS LOCOS, Roque Dalton

A los locos no nos quedan bien los nombres.

Los demás seres
llevan sus nombres como vestidos nuevos,
los balbucean al fundar amigos,
los hacen imprimir en tarjetitas blancas
que luego van de mano en mano
con la alegría de las cosas simples.

Y qué alegría muestran los Alfredos, los Antonios,
los pobres Juanes y los taciturnos Sergios,
los Alejandros con olor a mar!

Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan
sus nombres envidiables como banderas bélicas,
tus nombres que se quedan en la tierra sonando
aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.

Pero los locos, ay señor, los locos
que de tanto olvidar nos asfixiamos,
los pobres locos que hasta la risa confundimos
y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas,
cómo vamos a andar con los nombres a rastras,
cuidándolos,
puliéndolos como mínimos animales de plata,
viendo con estos ojos que ni el sueño somete
que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?

Los locos no podemos anhelar que nos nombren
pero también lo olvidaremos…



PORQUE RESULTA QUE SOY LIBRE, Leonard Cohen

Todos conspiran para hacerme libre.
Yo intenté sumarme a sus argumentos
pero había muy pocas actitudes
y yo necesitaba bastantes.

El abandonar a la muchacha adorable
no fue idea mía,
pero ella se quedó dormida en la cama de alguien.
¡Ahora más que nunca deseo tener enemigos!

Vosotros que florecéis
en el fácil mundo del amor moderno
tened cuidado conmigo
porque he desarrollado una terrible virginidad
y al encontrarse conmigo
todos aquellos que hayan sobrepasado el beso
perecerán sumidos en la vergüenza
con verrugas y pelos en las palmas de sus manos

Ya va siendo hora de que nuestros mejores hombres mueran
en el error y la iluminación:
Moisés vigilando
David en su casa de sangre
Camus junto al río.
Mis nuevas leyes favorecen
no el satori sino la perfección.

Por fín, por fín,
los judíos que van
demasiado lejos en el Sabbath
serán lapidados,
Los católicos que blasfemen
sufrirán la electricidad aplicada
a sus genitales,
Los budistas que adquieren propiedades
serán aserrados por la mitad,
Los malos protestantes
tienen gobiernos
para hacerles la vida imposible.

¡Ah! ¡El universo vuelve al orden!
Los nuevos rascacielos de Montreal
se chulean de los aparcamientos
como los ganadores de un concurso de higiene
una suite de encendidas ventanas aquí y allá
como una Banda de Primera Clase
otorgada como premio a una limpieza esmerada.

Una muchacha que conocí
duerme en alguna cama
y de todas las cosas bonitas
que podría decir digo ésta:
veo su cuerpo desconcertado
por las impresiones de las bocas
de todos los besos de todos los hombres que ha conocido
como un piano arrabalero anillado por años de vasos de cocktail
y mientras ella se da cuenta y tintinea
en la encantadora vieja y pecaminosa danza
yo camino bajo la rubia lluvia de noviembre
castigándola con mi felicidad.



TIERRA CANSADA, Dulce María Loynaz del Castillo

La tierra se va cansando,
la rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de entibiar semillas rotas,
y el cansando de la tierra
sube en la flor que deshoja
el viento... Y allí, en el viento
se queda...

La mariposa
volará toda una tarde
para reunir una gota
de miel...

Ya no son las frutas
tan dulces como eran otras...
Las canas enjutas hacen
azúcar flojo... Y la poca
uva, vino que no alegra...
La rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de la raíz a las hojas,
la tierra se va cansando.
(Rosa, rosita de aromas...,
la de la Virgen de Mayo,
la de mi blanca corona...
¿Que viento la deshojo?)
¡Me duele el alma de sola!...

(La Virgen se qued6 arriba
toda cubierta de rosas...)

¡No me esperes si me esperas,
Rosa mas linda que todas!...

La tierra se va cansando...
El corazón quiere sombra...



YO MISMA FUÍ MI RUTA, Julia de Burgos

Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra promisora
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas para alcanzar el beso
de los senderos nuevos.

A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado
de los troncos viejos.

Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote la mirada mía
se separaba más y más y más de los lejanos
horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando la expresión que le venía de adentro,
la expresión definida que asomaba un sentimiento
de liberación íntima;
un sentimiento que surgía
del equilibrio sostenido entre mi vida
y la verdad del beso de los senderos nuevos.

Ya definido mi rumbo en el presente,
me sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de los suelos sin historia,
de los suelos sin porvenir,
del suelo siempre suelo sin orillas
de todos los hombres y de todas las épocas.

Y fui toda en mí como fue en mí la vida…

Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes;
cuando ya los heraldos me anunciaban
en el regio desfile de los troncos viejos,
se me torció el deseo de seguir a los hombres,
y el homenaje se quedó esperándome.



MAÑANA ES SIEMPRE, Matilde Alba Swann:

Cómo quisiera despertar cantando.
Pero amanezco, en cambio,
dolorida
de no haberme quedado en ese espacio,
en ese tiempo de morir prestada.
Una isla no inscrita en ningún mapa,
una célula enferma de ignorancia,
un asfixiado mundo en miniatura,
una avanzada humanidad triunfante,
en clarines y hogueras
homicidas.
Tabla sola, sin náufrago siquiera,
y luchando,
relincho hacia la costa,
y animada nomás por el recuerdo
de un aliento mordido a sus astillas.
Cómo quisiera despertar cantando,
y me muero de sed y hambre
de canto
mientras desborda la preñada aurora
en promisorio bermellón de vinos,
y expandida,
hoguera en panes, horneándose a lo alto.
Yo estoy abajo,
debajo de la historia,
sepultada en antorchas apagadas
y estandartes marchitos.
Sumergida en humores subterráneos
y en cenizas de huesos
de bandido,
Soy el ser que no fue, lo que no pudo,
la olvidada, desdeñada semilla,
pero existo.
Dentro
tengo un sauce inclinado que me llora.
Un niño triste me llama, sin nombrarme.
Me doy cuenta,
me doy cuenta, yo existo.
Mañana espero despertar, cantando



LOS PORTADORES DE SUEÑOS, Gioconda Belli

En todas las profecías
está escrita la destrucción del mundo.

Todas las profecías cuentan
que el hombre creará su propia destrucción.

Pero los siglos y la vida
que siempre se renueva
engendraron también una generación
de amadores y soñadores,
hombres y mujeres que no soñaron
con la destrucción del mundo,
sino con la construcción del mundo
de las mariposas y los ruiseñores.

Desde pequeños venían marcados por el amor.
Detrás de su apariencia cotidiana
Guardaban la ternura y el sol de medianoche.
Las madres los encontraban llorando
por un pájaro muerto
y más tarde también los encontraron a muchos
muertos como pájaros.
Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas
y las dejaron preñadas de miel y de hijos verdecidos
por un invierno de caricias.
Así fue como proliferaron en el mundo los portadores sueños,
atacados ferozmente por los portadores de profecías
habladoras
de catástrofes.
los llamaron ilusos, románticos, pensadores de
utopías
dijeron que sus palabras eran viejas
y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso
es antigua
el corazón del hombre.
Los acumuladores de riquezas les temían
lanzaban sus ejércitos contra ellos,
pero los portadores de sueños todas las noches
hacían el amor
y seguía brotando su semilla del vientre de ellas
que no sólo portaban sueños sino que los
multiplicaban
y los hacían correr y hablar.
De esta forma el mundo engendró de nuevo su vida
como también habia engendrado
a los que inventaron la manera
de apagar el sol.
Los portadores de sueños sobrevivieron a los
climas gélidos
pero en los climas cálidos casi parecían brotar por
generación espontánea.
Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias
torrenciales
Tuvieron algo que ver con esto,
La verdad es que como laboriosas hormiguitas
estos especímenes no dejaban de soñar y de construir
hermosos mundos,
mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se
llamaban compañeros,
que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban
en las muertes,
se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se
ayudaban en el
arte de querer y en la defensa de la felicidad.

Eran felices en su mundo de azúcar y de viento
de todas partes venían a impregnarse de su aliento
de sus claras miradas
hacia todas partes salían los que habían conocido
portando sueños
soñando con profecías nuevas
que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores
y de que el mundo no tendría que terminar en la
hecatombe.
Por el contrario, los científicos diseñarían
puentes, jardines, juguetes sorprendentes
para hacer más gozosa la felicidad del hombre.

Son peligrosos - imprimían las grandes
rotativas
Son peligrosos - decían los presidentes
en sus discursos
Son peligrosos - murmuraban los artífices de la guerra.

Hay que destruirlos - imprimían las grandes
rotativas
Hay que destruirlos - decían los presidentes en sus
discursos
Hay que destruirlos - murmuraban los artífices de la guerra.

Los portadores de sueños conocían su poder
por eso no se extrañaban
también sabían que la vida los había engendrado
para protegerse de la muerte que anuncian las
profecías
y por eso defendían su vida aun con la muerte.
Por eso cultivaban jardines de sueños
y los exportaban con grandes lazos de colores.
Los profetas de la oscuridad se pasaban noches
y días enteros
vigilando los pasajes y los caminos
buscando estos peligrosos cargamentos
que nunca lograban atrapar
porque el que no tiene ojos para soñar
no ve los sueños ni de día, ni de noche.
Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de
sueños
que no pueden detener los traficantes de la muerte;
por doquier hay paquetes con grandes lazos
que sólo esta nueva raza de hombres puede ver
la semilla de estos sueños no se puede detectar
porque va envuelta en rojos corazones
en amplios vestidos de maternidad
donde piesecitos soñadores alborotan los vientres
que los albergan.

Dicen que la tierra después de parirlos
desencadenó un cielo de arcoiris
y sopló de fecundidad las raíces de los árboles.
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto
sabemos que la vida los engendró
para protegerse de la muerte que anuncian las
profecías.



EL CUENTO ES MUY SENCILLO, Mario Benedeti

El cuento es muy sencillo
usted nace en su tiempo
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
y el temerario insecto
que será pisoteado
por su zapato nuevo.

Usted sufre de veras
reclama por comida
y por deber ajeno
o acaso por rutina
llora limpio de culpas
benditas o malditas
hasta que llega el sueño
y lo descalifica.

Usted se transfigura
ama casi hasta el colmo
logra sentirse eterno
de tanto y tanto asombro
pero las esperanzas
no llegan al otoño
y el corazón profeta
se convierte en escombros.

Usted por fin aprende
y usa lo aprendido
para saber que el mundo
es como un laberinto
en sus momentos claves
infierno o paraíso
amor o desamparo
y siempre, siempre un lío.

Usted madura y busca
las señas del presente
los ritos del pasado
y hasta el futuro en ciernes
quizá se ha vuelto sabio
irremediablemente
y cuando nada falta
entonces usted muere.

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