El Traidor

El cisne nadaba en aquel río de Inglaterra,
y la rosa del gran romance se abría de par en par,
por aquel verano, una mujer bronceada por el sol me deseaba
y los jueces nos observaban desde la orilla.
Le dije a mi madre: “Mamá, tengo que dejarte,
conserba mi habitación , pero no llores,
si algún rumor de mi mesquino final te llega,
fue en parte culpa mía y por otra parte del entorno”

Pero enfermé a la rosa con la escarlatina
y provoqué que el cisne se avergonzara.
Ella dijo que por fín era su mejor amante
y que si se marchitaba yo sería el culpable.
Los jueces dijeron “Has fallado por muy poco,
sublévate y prepara tus tropas para el ataque”.
Y los soñadores cabalgaron contra los hombres de acción,
¡Mira como caían los hombres de acción!

Pero me quede en sus muslos en un momento fatal,
besé sus labios como si estuviera aún sediento,
y mi falsedad me picó como si fuera una avispa,
el veneno entró y paralizó mi voluntad.
No pude moverme para alertar a todos los jóvenes soldados
de que habían sido expulsados desde el principio,
así que en todos los campos de batalla de aquí a Barcelona,
estoy alistado con los enemigos del amor.

Y hace tiempo ella dijo: “Debo irme,
pero quedate con mi cuerpo aca tumbado a tu lado,
puedes moverlo arriba y abajo cuando duerma,
pon un alambrado alrededor de la rosa y el cisne”
Así que retorno cada día mis deberes,
la toco acá y allá (conosco el lugar),
beso su boca abierta y bendigo su belleza,
y la gente me llama traidor a la cara.
Y la gente me llama traidor a la cara.


LEONARD COHEN

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